domingo, 29 de noviembre de 2009



FRAGMENTO MAS IMPORTANTE DE CRIMEN Y CASTIGO


CRIMEN Y CASTIGO

Rodino Raskolnikov acaba de asesinar a la vieja prestamista y a su hermana, quien ha sido testigo del crimen. Huye sin ser visto, pero es presa de los nervios y, ya en su casa, empieza a vivir una verdadera pesadilla.


I .En el primer instante pensó que se había vuelto loco. Un frió tremendo se apodero de el. Pero aquel frió provenía de la fiebre que hacia ya rato le había entrado en el sueño. Ahora también, de pronto, le acometió tal temblor, que los dientes parecían ir saltársele, y todo su cuerpo se agitaba. Abrió la puerta y aguzo el oído: en la casa todo estaba en profundo sueño. Atónito, mirose el y giro la mirada por todo el cuarto y no comprendió; ¿como había podido, al entrar la noche antes, no cerrar la puerta con picaporte y echarse en el diván, no tan solo vestido, sino hasta con el sombrero puesto, el cual había rodado al suelo y allí estaba caído, cerca de la almohada?[…]
II. Asomase a la ventana. Había ya bastante luz, y en seguida precedió a examinarse todo el cuerpo, de los pies a la cabeza, y todo su traje; ¿no guardaría vestigios? Pero así era imposible; temblando con los escalofríos de la fiebre, desnudase y volvió a repasarlo todo. Lo miro todo bien, hasta el último hilacho y los últimos dobles, y desconfiando de si mismo repitió la operación hasta tres veces. Pero no había nada, al parecer ninguna huella: solo en aquel sitio donde el pantalón, por abajo, formaba un reborde y se deshilachaba, en aquel reborde había unas espesas manchas de sangre. Copio el cuchillo plegable y corto aquella franja. De pronto recordó que el portamonedas y los objetos que secara del arca de la vieja, todo eso hasta entonces lo tenía guardado en el bolsillo. ¡Hasta entonces no se había acordado de sacarlos y esconderlos! No se había acordado de ellos, ni siquiera cuando hacia un momento estuvo revisando el traje. ¿Cómo había sido aquello?...
En un instante procedió a sacarlos y arrojarlos encima de la mesa. Después de volcarlo allí todo y vaciar los bolsillos para estar seguro de que no quedaba nada dentro de ellos, fue y lo llevo todo a un rincón. […]

III. Verdaderamente, no había contado con aquellos objetos; pensaba que todo se reducía a dinero, así que no había dispuesto de antemano ningún sitio. “pero ahora, ahora,¿ por que alegrarme?-pensó-. ¿Acaso los
eh escondido? ¡En verdad que la razón me abandona!”. Extenuada, sentase en el diván, e inmediatamente un temblor insufrible acometió le de nuevo. Maquinalmente, tomo su sobretodo de invierno, que estaba doblado encima de una silla, que era de abrigo, aunque ya todo hecho jirones; cubridse con el, y el sueño y la fiebre volvieron a dominarlo. Adormilase.

IV. A los cinco minutos nada más, volvió a levantarse de un brinco y puso sea examinar de nuevo, atónito, su traje. “¿como he podido volver a dormirme sin haber hecho nada?” […] la convicción de que todo, hasta la memoria, hasta el simple discernimiento, lo habían abandonado, empezó a atormentarlo de un modo insoportable. “¿será que ya empieza, que ya esta empezando la expiación? ¡Nada, nada, eso si!”. Efectivamente, los trozos del pantalón, que había arrancado, estaban allí, tirados. En el suelo, en medio del cuarto, de modo que podía verlos el primero que entrase. “pero ¿Qué es lo que pasa?”, volvió a exclamar como enajenado. […]
V. De pronto recordó que también en el portamonedas había sangre. “¡bah! Así debía ser, y también en el bolsillo, y así era: en el forro del bolsillo había huellas, manchas. “por lo visto, no me ha abandonado del todo la razón, todavía conservo discernimiento y memoria, cuando caí en eso y lo adivine- pensó triunfalmente, respirando profunda y sosamente a plano pulmón-. Se trata, sencillamente, de la debilidad de la fiebre, de un delirio momentáneo”. Y arranco todo el forro del bolsillo izquierdo del pantalón. […]

VI. Había hecho con todo ello un bulto, que estrujaba en la mano, y permanecía en pie, en mitad de la habitación. “¿en la estufa? Pero en la estufa será donde primero vengan a mirar. ¿Quemarlos? Si, pero ¿con que quemarlos? ¡Ni siquiera tengo fósforos! No; lo mejor seria irse por ahí y arrojarlo todo en cualquier parte. ¡Si, lo mejor será tirarlo!- repitió, tornado a sentarse en el diván-. ¡Inmediatamente, ahora mismo, sin perder un minuto!...”. Pero, en vez de eso, su cabeza volvió a reclinarse en la almohada: de nuevo acometió le un temblor insufrible; otra vez arrópese con el abrigo. Y largo rato, algunas horas, lo estuvo asaltando por momentos esa idea de” ahora mismo, sin perder tiempo, irse por ahí, a alguna parte, y deshacerse de todo aquello a fin de hacerlo desaparecer de la vista de todo el mundo cuanto antes, cuanto antes”. Salto varias veces del diván, intento levantarse, pero ya no podía.

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